"Que nos alejemos de las personas que más queremos
no significa que las dejemos de querer..."
Hoy llegó la frase que encabeza el post a mi twitter, y no pude evitar estremecerme. Quizás alguna vez has vivido profundamente lo que en ella se dice (yo, lamentablemente, sí). En cualquier caso es fácil comprender que se trata de una paradoja con una enorme carga emocional y nada fácil de superar para todas aquellas personas que alguna vez hemos tenido que alejarnos de alguien amado (una pareja, unos hijos, unos padres, quizás un amigo...), cualquiera que haya sido la circunstancia que nos ha llevado a ello.
Existe una razón concreta para que las personas entren en nuestra vida ( o que entremos en la suya), y también existe para que nos abandonen en un momento determinado ( o las abandonemos). Las personas que se cruzan en nuestro camino siempre entran en nuestra vida por alguna razón, aunque no sepamos verla. Nos utilizan (y nosotros las utilizamos a ellas) porque necesitamos aprender algo los unos de los otros. Según tus creencias personales, es probable que no estés de acuerdo con esta última afirmación, pero sólo te pido una reflexión sobre lo que puedes haber aprendido de todas las personas que han formado parte de tu vida, incluso de aquellas a las que desearías no haber conocido nunca. Toda relación tiene un propósito.
Con demasiada frecuencia, en lugar de fijarnos en lo que tenemos en común con los demás, nos fijamos en nuestras diferencias. Cuando deberíamos poner el acento en lo que nos une, nos fijamos en lo que nos separa. Eso hace que algunas relaciones se conviertan en auténticas prisiones emocionales para nosotros, y a veces la mejor opción es, simplemente, alejarse ( o incluso rendirse, como expongo en un post anterior). Si somos capaces de resolver los problemas, malentendidos y diferencias que hacen que convivir con esas personas sea una constante batalla emocional, habremos avanzado un largo trecho en nuestra propia realización personal. Si por el contrario, somos demasiado tercos para aprender de nuestro error, repetiremos ese patrón hasta averiguar qué hacemos mal, y por qué.
Hay momentos en los que sientes que permanecer aferrado a alguien, cometiendo una y otra vez los mismos errores bajo el amparo del amor (insisto, en cualquiera de sus formas; parejas, hijos, padres,amigos ...) no sólo supone un bloqueo en tu propio camino, sino que está en peligro incluso el proceso evolutivo de la otra persona. En ese punto hay veces en que es preciso un proceso de alejamiento (aún manteniendo intacto el amor hacia la otra persona) como un acto de ese propio amor.
Nadie dijo que "amar" sea sinónimo de "permanecer con"...
Con demasiada frecuencia, en lugar de fijarnos en lo que tenemos en común con los demás, nos fijamos en nuestras diferencias. Cuando deberíamos poner el acento en lo que nos une, nos fijamos en lo que nos separa. Eso hace que algunas relaciones se conviertan en auténticas prisiones emocionales para nosotros, y a veces la mejor opción es, simplemente, alejarse ( o incluso rendirse, como expongo en un post anterior). Si somos capaces de resolver los problemas, malentendidos y diferencias que hacen que convivir con esas personas sea una constante batalla emocional, habremos avanzado un largo trecho en nuestra propia realización personal. Si por el contrario, somos demasiado tercos para aprender de nuestro error, repetiremos ese patrón hasta averiguar qué hacemos mal, y por qué.
Hay momentos en los que sientes que permanecer aferrado a alguien, cometiendo una y otra vez los mismos errores bajo el amparo del amor (insisto, en cualquiera de sus formas; parejas, hijos, padres,amigos ...) no sólo supone un bloqueo en tu propio camino, sino que está en peligro incluso el proceso evolutivo de la otra persona. En ese punto hay veces en que es preciso un proceso de alejamiento (aún manteniendo intacto el amor hacia la otra persona) como un acto de ese propio amor.
Nadie dijo que "amar" sea sinónimo de "permanecer con"...

No hay comentarios:
Publicar un comentario